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The Kinematograph, Tomek Baginski (Cortometraje)

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Francis es un inventor que cree que cambiará el mundo.  Pero olvida que cumplir los sueños siempre cuesta demasiado.  Esta es la sinopsis de ‘The Kinematograph‘, tercer cortometraje del polaco Tomek Baginski, adaptación del comic de Mateusz Skutnik que lleva el mismo nombre.  Además, el cortometraje producido por el estudio Platige Image estuvo preseleccionado para los Oscars 2010.High resolution image
Francis, el protagonista, es un inventor convencido de que su nuevo artilugio va a cambiar el mundo. No obstante, inmiscuido en si mismo y en su trabajo, el tiempo transcurre a su alrededor y el viejo despierta demasiado tarde. Se trata de un relato cargado de significado. Todo sueño tiene un precio, y esa dificultad por conseguir nuestros deseos se refleja en consonancia con el tratamiento visual: los espejos, las nubes, la niebla, etc. Pero, sobretodo, es la puesta en escena de la creación cinematográfica la que sirve de pretexto para materializar la idea de realidad versus ficción, de realidad versus sueño, de lo que es y no es, y de lo que parece ser. La lectura del tráiler es asombrosa en este aspecto: empieza con un encuadre de la mujer construido por las propias manos de Francis y termina con el reflejo de ésta en un espejo. ¿Son necesarias las palabras?
The_Kinematograph_El_cinematografo-930639209-largeEn efecto, ‘The kinematograph’ es puro metalenguaje. La historia nos traslada a finales de siglo XIX, en un período en que el invento de los hermanos Lumière se encontraba en fase latente. El cortometraje habla, pues, del propio cine, del acto de creación del séptimo arte. De hecho, el título ya es una revelación de principios: “el cinematógrafo”, la máquina que hizo posible el origen de la imagen en movimiento.
El objetivo de la obra es traducir al lenguaje audiovisual la tragedia derivada de la inconsistencia de nuestro mundo, aunque desprovista de la sombría suciedad que había impregnado ‘Fallen Art’. Es una verdadera historia nostálgica pero, sin embargo, la tristeza que envuelve la trama no se percibe repulsiva y aplastante; hay un matiz de calidez que abraza las imágines y crea una atmósfera dulcemente estremecedora. El director apostó por un velo de romanticismo que cubre toda una fábula visual espléndida, evitando cruzar, cabe decirlo, la delgada línea hacia la viscosidad.
El clima esmerado del corto se traduce en la magistral música compuesta por Adam Skorupa i Pawec Bjaszczyk. Cada acorde musical genera una pletórica sinergia con la evolución de los fotogramas. Y la elección de una orquesta en directo como banda sonora eleva la impresión.

 

 

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